El Profeta Kahlil Gibran, LITERATURA

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EL PROFETA
Por:
Kahlil Gibran
Traducido por:
Margarita Mosquera Zapata
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Prólogo
Kahlil Gibran, Libanés, nacido en 1883, escribe, como producto de su
propia experiencia en tanto que filósofo, escritor y espiritualista, y,
a la manera de los antiguos profetas e iluminados; su obra maestra, en
1896.
El Profeta habla al alma de sus escuchas (lectores), habla de lo bello
en ellos, cuando éstos, al entrar en comunión con las leyes que por
naturales son universales, se armonizan.
ALMUSTAFA, el protagonista de la obra, mantiene la postura que es su
apuesta desde el AMOR. Hace recordar con ésta, la manera socrática,
cuando, en el banquete, el sabio sugiere que: -Loar (al Dios Eros, en
ese caso) es elegir entre todas las verdades, por el Dios emanadas, las
más bellas-.
ALMUSTAFA, por su propia elección, y como caminante, vive en soledad,
silencio, escucha, reflexión. El caminante elige, región y gentes: las
de ORFALASE, para vivir su experiencia. Allí, inicialmente, sólo es
aceptado, escuchado y por lo tanto, animado, por una mujer que hacía el
oficio de sacerdotisa en el templo: ALMITRA. Misma quien escuchara, y
pensativa se quedara, sus últimas palabras, antes de él partir hacia
las tierras de su origen.
El pueblo de ORFALASE, no obstante su inicial rechazo al extraño
caminante, poco a poco, va afectándose de una también extraña e
insondable felicidad, lo que le hace intuir que el extranjero no sólo
es extraño sino sabio, comienza, entonces, a atraerlo hacia sí, pero,
el extraño se rehúsa a toda invitación, honor, protección.
El extraño extranjero, sólo camina, escucha, reflexiona, y vive.
Al final de la estadía de ALMUSTAFA en ORFALASE, al llegar el barco en
que habría éste de irse, momento de su partida, el pueblo de ORFALASE:
reunido, desde todos los confines de su región, en la plaza, frente al
templo y su sacerdotisa; pide, al ahora Maestro, que hable, que enseñe
lo que ha descubierto, que les regale con lo que le ha sido develado
para ellos transmitirlo a sus hijo y éstos a los suyos.
Es un acontecimiento, muy especial, esta reunión, pues, no sólo
ALMUSTAFA sabe, que debe dar algo a cambio del hospedaje que ha
recibido, al permitírsele, aunque extraño y extranjero, hacer su
experiencia, experiencia misma que sin las gentes de ORFALASE, no
hubiese sido posible, sino que; al partir, siente el duelo de la
separación, le duele dejar las gentes, las experiencias vividas y la
región misma. Desea ALMUSTAFA entonces, dejar, así como también
ORFALASE, recibir, ese amoroso dolor de separación, puesto en palabras
y, para aquellos de quienes esas mismas palabras provienen.
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ORFALASE pide a ALMUSTAFA que hable. ALMUSTAFA, desea hablar. No
obstante... ¿Qué decir y cómo?, ¿Cómo, tal que ORFALASE, realmente, se
vea con ello reflectado, recompensado y transformado?
El pueblo entonces es ahora, quien en su imperioso silencio, escucha, y
a partir de lo escuchado, a ALMUSTAFA pide, con una palabra, que de
ésta les devele su sentido.
Así es como, se presenta una reflexión, producto de tal postura sobre
la vida, acerca de: el amor, el matrimonio, los hijos, el Don, el comer
y el beber, el trabajo, la alegría y la tristeza, el techo donde
guarecerse, las vestimentas y el cuerpo, el comercio, el crimen y el
castigo, las leyes, la libertad, la razón y la pasión, el dolor, el
saber de sí, el enseñar, la amistad, la palabra, el tiempo, lo bueno y
lo malo, el orar, el placer, la belleza, la religión, la muerte, el
partir, el adiós.
Se diría que entre ORFALSE y ALMUSTAFA, hubo un encuentro en los
silencios. ALMUSTAFA escuchaba los sueños de ORFALASE, y, finalmente,
les brinda la interpretación de lo escuchado, pues su trabajo:
caminante, escucha en soledad y silencio, y reflexión producto, le
permitió contactar con el Espíritu por todos constituido.
Hace pensar, la obra, en una experiencia semejante a la de “Yeshua”, no
precisamente como cristiano, pues es por todos sabido, que jamás lo
fue, sino como iluminado. ALMUSTAFA, igual que aquel lo hiciera
otrora, presenta como posible de vivir, por todos y cada uno de los
habitantes de ORFALASE, su sentido de la vida.
La
postura Amorosa
, de ALMUSTAFA, denuncia, además, el malestar, como
causado por otra distinta
postura
, llamémosla ésta, la del
amo-esclavo
,
en la que cada uno frente a sí mismo y la realidad que le rodea, al
olvidarse de su más profundo deseo, vende su vida, y sus posibilidades
al AMO. Un AMO, si bien, inexistente, no obstante, fundado, por cada
uno, en función de obtener de afuera, lo que sólo está adentro como
potencialidad del deseo.
EL DESEO es LEY, y como cualquiera otra de las Leyes Naturales que
rigen, por ejemplo, el comportamiento de los mares, las estaciones, las
cosechas, etc.
Así se despide ALMUSTAFA, de ORFALASE y de su vida en ella:
“Sólo un momento, después de una breve calma en todos los
vientos, otra mujer me dará nacimiento.”
Margarita Mosquera Zapata.
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EL PROFETA
Por:
Kahlil Gibran(i)
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EL RETORNO DEL BARCO
El elegido y amado Almustafa, quien fuera “aurora luminosa” para la
época, en sus días, había esperado, doce años, en la ciudad de
“Orfalase”, el retorno del barco que debía llevarlo de regreso hacia su
isla natal.
Al final del tiempo de espera, el día séptimo del Ailul(1), época de
cosecha, escaló la colina cercana a las murallas de su ciudad y mientras
escrutaba el horizonte percibió que con la bruma se aproximaba su
navío; al instante, abre de par en par, las puertas de su corazón, su
gozo sobrevuela más allá de los mares y, cerrando los ojos, se refugia
en los silencios de su alma.
Conforme descendía de la colina no obstante, una gran tristeza le invade
y entonces..., allá en las insondables profundidades de sus adentros,
piensa:
“¿Cómo podría irme con calma y sin dolor? No. Esta no es la idea. No es sin una profunda herida
en el corazón que daré mis adioses a esta ciudad.
Pasé entre sus murallas intensas jornadas de dolor y eternas noches de soledad. Cuando llegue
el momento de liberarse del sufrimiento y de la soledad ¿Cómo hacerlo sin pena? Dejé restos de
mi alma en cada una de sus calles, en las muchas imágenes de mi memoria, esparcidas durante
mi espera y, muchos son los hijos de mis anhelos que, errantes, desnudos, caminan a través de
estas colinas: ¡Cómo dejarlos sin experimentar dolor!.
¿Es una corona lo que dejo en este día?, No. Es una piel que es preciso desprender con mis
propias manos.
Dejo atrás, no cualquier recuerdo sino el momento de un corazón que se ha tornado, a fuerza de
hambre y sed, iluminado en su levedad.
¡Tampoco puedo postergar por más tiempo mis adioses....! El mar que todo lo reclama para sí,
me llama y yo, debo zarpar, pues, quedarse aquí aún, a pesar de las ardientes horas nocturnas,
es ceder y, congelarse y, quedarse confinado en un molde.
¡Tantas cosas de aquí llevaría gustoso conmigo!, pero... ¿Cóm o podría?
La voz no puede llevar en su vuelo; ni la lengua, ni los labios que le han dado alas. Sola, ella,
debe enlazarse con las etéreas profundidades. Pues, “solitaria, y lejos de su nido, el águila vuela
de cara al sol”.
Cuando hubo descendido la colina, vuelve la vista de nuevo hacia el
mar. Es entonces que reconoce, sobre la proa del barco que se
aproximaba al puerto, a los marineros: eran los hombres de su país.
Desde lo más profundo de su ser, se dirige a su encuentro, gritando:
1
(NT) L’Ielool, Yelol.
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